La historia dos almas especiales destinadas a amarse, de dos almas gemelas. El dolor y el esfuerzo para conseguirlo, la esperanza y el valor necesarios para salir adelante, la belleza de nuestro mundo y de los mundos paralelos... Y la magia del amor.



sábado, 29 de octubre de 2011

Capítulo XVIII: El Regalo De Los Arcángeles

Hola, chicas! :)
De nuevo, siento muchísimo el retraso! He estado bastante ocupada con los exámenes, pero ahora que tenemos unos días de vacaciones, aquí tenéis otro capítulo! Sinceramente, espero que os guste :) Es el antepenúltimo de la historia, supongo que os llevaréis una sorpresa al leerlo...! 
Muchos besos y gracias por vuestro apoyo! :)

Capitana Amanecer







Michael se despertó súbitamente. ¿Qué era lo que le había sacado de sus dulces sueños, inundados del perfume de Blanca y de sus besos de fresas?
Estaba extrañamente nervioso, como esperando algún acontecimiento especial, aunque no sabía de qué se trataba; aunque a la vez, se sentía extrañamente bien, en paz, en armonía, relajado. El cielo estaba de un color azul pálido, pues las primeras luces del alba empezaban a verse, y las estrellas comenzaban a desaparecer. Amanecería en breve.
Pero aquel día había algo especial. Con su percepción de arpa-yinn y sus cinco sentidos muy desarrollados, Michael sentía algo extraño. No se oía nada, y olía tanto a lluvia como su acabase de llover, cuando en esa época del año era imposible. Un pequeño colibrí cruzó delante de él, revoloteando con alegría, y posándose en una rosa cercana.
De pronto, en el horizonte empezó a verse una extraña luz blanca, que iba cubriendo todo el paisaje, como un manto de niebla. Michael parpadeó, extrañado y alerta, y se aseguró de que no estaba soñando. No, era real; como una nube que avanzaba a pasos agigantados, llena de luz de sol. Parecía que ya hubiese amanecido, aunque  la claridad no se debía al sol.
Michael despertó a Blanca con la suavidad de sus labios, y ella se mostró tan sorprendida como él. La luz blanca hacía desaparecer las lejanas montañas verdes, y se acercaba rápidamente al bosque. Pronto hubo ocultado los primeros árboles… y sólo un rato más tarde, Michael y Blanca se veían rodeados de aquella extraña claridad; no era niebla, era solamente luz. Luz blanca.
-         ¿Qué pasa, Michael?- Blanca, algo asustada, se refugió en sus brazos desnudos.
-         Sssh, tranquila.- aunque Michael también estaba inquieto. El ambiente se llenó de aquel perfume a lluvia, junto con una brisa cálida y dulce.
Comenzaron a oírse cantos de voces musicales y agudas, como de niños, que formaban una hermosa y conmovedora melodía, que se confundía a veces con los susurros del viento y los sonidos del bosque.
Y, repentinamente, ocurrió. En la luz blanca empezaron a aparecer niños, niños con alas que se acercaban a la pareja volando muy despacito, sonriendo, llenos de luz. Blanca notó como Michael se estremecía de emoción.
- Arcángeles.- le susurró el arpa-yinn, conmovido. Eran niños que aparentaban cinco, seis o siete años, con los dientes de leche aún y una expresión tierna y dulce. A pesar de que mostraban la estatura de un niño, sus blancas alas de pluma eran del tamaño de las de Eimmelt, o mayores.
Iban completamente desnudos, algunos cogidos de las manos, y todos sonriendo con ternura. Había femeninos y masculinos, rubios y morenos, delgados y gorditos, con ojos claros y oscuros, orientales, de piel oscura y de piel blanca… Pero todos ellos tenían un aspecto adorable, y se acercaban cantando. Aquel escudo de luz se atenuó, pero la claridad y la brisa seguían a su alrededor.
Blanca se quedó sorprendidísima. Siempre se había imaginado a los ángeles como mujeres hermosísimas, altas y majestuosas, con ropas blancas vaporosas… Pero no era así, por lo visto. Se le pasó por la cabeza una escena, de Michael y ella sentados bajo un árbol conversando. El arpa-yinn le decía que los ángeles hermosos y perfectos la única emoción que despertaban en las personas era deseo hacia tal hermosura y hacia esa perfección; sin embargo, al tener ese aspecto, los angelitos lo que despertaban era cariño y ternura, la cual era su intención. Blanca se había olvidado completamente de esa conversación hasta entonces.

Un angelito con el pelito rubio pajizo y liso se adelantó revoloteando, sonriendo dulcemente. Tenía los ojos azules muy claros, la nariz respingona y las manos regordetas. ¡Qué lindo era!
-         Hola, Michael. Hola, Blanca.- saludó, haciendo también un gesto con la mano. Su voz era como la de un niño, aguda, suave e infantil, pero firme y con un matiz de autoridad escondido tras la dulzura.- Me alegro mucho de veros.
-         Saludos, mi señor.- respondió Michael con un hilo de voz, haciendo una reverencia. Blanca le imitó.- Es un placer.- el angelito se echó a reír, con una risa juguetona y cantarina. Los demás le corearon, y Michael se sonrojó.
-         Oh, no tenéis que inclinaros.- dijo entre risas un angelito femenino de ricitos ensortijados y negros, pecas en la nariz y ojos grises, de piel oscura. Michael y Blanca se levantaron, sin poder evitar sonreír. El primer arcángel rubio siguió hablando, con una sonrisa.
-         Os hemos estado observando.- informó.- Y nos ha parecido tan hermosa vuestra relación, la forma de la que os habéis protegido el uno al otro, vuestro apoyo en los momentos difíciles y vuestro coraje, que hemos decidido haceros un regalo.- dijo, radiante. La pareja se miró y ambos sonrieron. Michael estaba visiblemente emocionado, y Blanca también.
-         Gracias, Miguel.- respondió Michael. Blanca no cabía en sí de su asombro. ¿Miguel, el arcángel San Miguel, era un niño de seis años? No podía creerlo.- Os agradecemos a todos vuestros halagos… Pero no creo que sea necesaria ninguna recompensa…
-         No lo es, pero a nosotros nos apetece premiaros.- sonrió la niña de ricitos.
-         Uriel tiene razón.- agregó Miguel. Se había referido a la niña como Uriel, el arcángel Uriel. Aquello era imposible.- Es hermoso que seáis felices después del dolor… más de lo que sois ahora.

Entonces, Uriel, Miguel, una niña de trenzas castañas y ojos almendrados con piel color aceituna, un niño de ojos verdes rasgados con nariz recta, y una niña muy pequeña (tal vez tendría cuatro años) con unos preciosos ojos azules con pestañas largas, y rizos dorados, se cogieron de la mano y se acercaron a Michael, formando en círculo con él en medio. El arpa-yinn, nervioso, cerró los ojos y se dejó hacer, sabiendo que estaba en buenas manos. Sintió como cada uno de los arcángeles apoyaba con delicadeza sus pequeñas y cálidas manitas en las heridas de su espalda, y se estremeció. La luz blanca de los arcángeles comenzó a envolverle, en silencio, mientras un estado de éxtasis y de profunda relajación se adueñaba de la mente de Michael... Y, de la manera más dulce, los recuerdos comenzaron a inundar su mente, haciendo al joven olvidarse de todo lo demás.

-         Cuenta tres, arpa-yinn…
-         ¡Se lo ruego!
-         Una…
-         ¡¡Deténgase, por favor!! ¡¡Pare!!
-         Dos…
-         ¡¡No!! No lo haga, se lo ruego… ¡No, por favor!
Y tres.- el arpa-yinn sintió el frío, duro y afilado filo de la sierra en sus tiernas alas.

                                             ***
Y así pasó el tiempo. Michael no supo cuánto, ya que lo único que recordaba y que existía en esos momentos era dolor y tristeza. La garganta le escocía; tenía sed y hambre. Los días avanzaban, y la vida se iba escapando rápidamente de Michael. Su sangre estaba esparcida por todo el suelo rocoso, y empapaba todo su cuerpo, cosa que le hacía tener más frío. La espalda del arpa-yinn estaba inflamada, herida e irritada, además de agarrotada y encogida. Y el contacto con las rocas rugosas y húmedas del suelo sólo lo empeoraba. Los muñones que habían sido alas, envueltos en sangre, estaban algo infectados. La cabeza le estallaba, y temblaba de arriba a abajo.

                                         ***

-         Tranquilo.- le susurró ella, sonriendo, intentando animarle un poco.- No voy a hacerte daño.- pero él no cambió de posición. Tenía las manos cruzadas sobre sus hombros, en gesto protector, aunque lo cierto era que temblaba de miedo. Desconfiaba.
-         No quiero hacerte daño.- repitió la joven. -Me llamo Blanca.- se presentó, amigablemente.- ¿Y tú?- él dudó si responder, pero finalmente dijo:
      -    M… Michael.- tímidamente, algo más tranquilo.
                                                         
                                                         ***

Blanca le meció con suavidad, sonriendo, como quien acuna a un bebé. El arpa-yinn dejó de llorar, y miró con timidez a la joven, algo sorprendido, sollozando. Con una mirada profunda y dulce, pero infinitamente triste. Ella sonrió, en un intento de subirle la moral.
-         Voy a cuidarte. No te preocupes. No va a pasarte nada más malo mientras estés aquí.
-         ¿Tú… tú también eres… una cautiva?- preguntó él, con timidez, secándose una lágrima y apartándose ligeramente del regazo de Blanca, avergonzado por el contacto.

                                                      ***

-         ¡¡Michael!!- llamó el niño, con voz suplicante. Estaba muy asustado.
-         ¡Randy!- gritó él, exaltado. Se incorporó deprisa y corrió hacia él. Dan se quitó del medio.
-         Randy, Randy…- murmuró Michael. Ambos arpa-yinn se fundieron en un cálido abrazo.- Oh, Randy, tú no, por favor, tú no…- el joven apretó los dientes. La sangre le hervía. No recordaba haber estado tan furioso nunca. Su punto más débil era, sin duda, su familia. Y dentro de este sector, su hermanito Randy. Cómo le quería… Al nacer el pequeño, Michael se había prometido protegerle, aunque esto le costase su vida. Sentía un cariño especial hacia él. Era tan tierno, tan lindo, tan dulce… Michael lo daría todo por él.
¿Cómo se atrevía Dan a capturarle? ¿Acaso no le bastaba con él mismo? ¿Tenía que tomar a un niño indefenso y pequeño? Qué cobarde, pensó Michael.

                                                    ***


-         ¿Mejor?- preguntó Blanca con una sonrisa. Estaba leyendo, tumbada en la cama, vestida con un camisón blanco.
-         Muchísimo.- él le devolvió la sonrisa. -¿Qué lees?
-         Son poemas. Me encantan, y estos son preciosos.
-         ¿Puedo leerlos yo también?
-         Por supuesto. Túmbate, si quieres, y te leeré hasta que te duermas.- ofreció Blanca. Michael sonrió, entusiasmado y asombrado.
-         ¿De verdad harías eso?- Blanca rió.
-         Claro.- y abrió la gran cama. Invitó al arpa-yinn a tumbarse, y él lo hizo, sonriendo. Se relajó en un lado de la cama. La almohada era muy suave y blandita, igual que el colchón. El joven sintió como Blanca lo arropaba con dulzura, con las sábanas ligeras pero cálidas, y le acariciaba la mejilla. Michael cerró los ojos, completamente relajado, y feliz. Aquella sensación era incluso más placentera que la del baño; una sensación de descanso, de paz, de seguridad… de amor. Nunca había estado tumbado en una cama, y era algo nuevo y maravilloso para él. Y Blanca…

                                                ***

La joven acercó sus labios a los del joven, y, suave y tiernamente, le besó con brevedad. Los labios del arpa-yinn sabían a dulce jugo de frutas, y eran tiernos y suaves. Michael tembló de arriba a abajo, como si hubiese recibido una descarga eléctrica. Su piel se erizó, pero se dejó llevar. Todo aquel profundo agradecimiento a Blanca, aquel cariño que sentía hacia ella, aquella confianza y sentido de protección, aquella necesidad de hacerla feliz, aquellas ganas de estar con ella… Todo, de pronto, se transformó en amor.
Michael nunca había estado enamorado, ni siquiera había sentido algo más allá del cariño por nadie; era el primer beso que daba y que le daban, y Blanca era la primera chica que tenía una relación tan estrecha y especial… Pero todo aquello le gustó.  Amó a Blanca, y le devolvió el beso, con inseguridad y timidez. No debería estar haciendo eso; su madre le había advertido muchas veces que no debía amar a seres de otras razas; era peligroso, no debían mezclarse. Pero, por primera vez en su vida, Michael no hizo caso a su madre.

Blanca se separó de él, suavemente, con los ojos cerrados. Michael jadeaba, y la abrazó, sin querer que el momento acabase. Mantuvieron sus cuerpos juntos, dándose calor, y continuaron acariciándose. Ninguno abrió los ojos, pero Michael murmuró, casi inconscientemente:
-         Te quiero…- ambos abrieron lentamente los ojos, y compartieron una mirada profunda. La joven sonrío, y él también.
-         Yo sí que te quiero.- respondió Blanca, con ternura, despeinando los rizos de él. Y se quedaron así, abrazados, perdiendo la noción del tiempo.


                                                    ***

-         Les odio.- Michael apretó los puños, y Lun tomó sus manos y le obligó a abrirlas.- Son malvados, crueles… Juro que…- el arpa-yinn apretó los dientes.
-         Michael, tranquilízate, por favor, me estás abrasando las manos.- pidió Lun con total tranquilidad. Él, horrorizado, retiró rápidamente sus manos de las del elfo, enrojecidas.
-         Oh, lo siento.- murmuró. Lun sacudió la cabeza con despreocupación y se llevó las palmas de las manos a los labios, aliviando un poco el dolor. El elfo le limpió las lágrimas suavemente, con sus dedos finos y delicados.
-         Sé que es duro para ti, Michael. Sé que es difícil, lo es para todos…
-         Él me hizo una promesa… Me prometió…- Michael gimió, desesperado. Si alguien hacía daño a su familia… Pero, ¿cómo podía impedirlo él? ¿Qué podía hacer? Nada.
-         Todos los humanos son mentirosos y traidores, deberías saberlo.- le reprendió Lun. Michael negó con la cabeza.
-         No. Todos no. Ella no lo es.

                                                          ***

-         Michael.- susurró Blanca, de pronto.- Quiero algo.
-         Lo que sea.- murmuró él, sonriendo.
-         Vamos a hacer el amor.- pidió ella. Michael la miró interrogante; no parecía saber lo que era aquello. Se sonrojó un tanto al no saberlo, pero Blanca le sonrió, tranquilizándole.
-         Enséñame.- susurró él, y Blanca sonrió.


                                           ***
- Tu historia es triste, Lun.- comentó Michael en un susurro. El arpa-yinn parecía sobrecogido.
- Lo es.- admitió el elfo. Luego miró a Michael a los ojos, culpable, desolado.- Pero siento que desperdicié tu vida, Michael.
- ¿Mi vida? ¿Por qué?
- Tú te sacrificaste para que yo pudiese vivir, ¡moriste por mí! Y mira cómo lo he aprovechado… Llevo 70 años aquí prisionero, en vez de vivir la vida que tú me cediste…- los ojos grises de Lun mostraban tristeza y culpabilidad. Michael le dirigió una sonrisa tranquilizadora.

                                                     ***

-         Estás en la frontera entre la vida y la muerte; van a llevarte con tu familia, eso te salvará; pero puedes morir en el viaje. La decisión es tuya, Michael… Elige tu destino.
-         ¿Morir o vivir? Creo que ya lo he decidido…
      -      Piénsatelo muy bien, Michael…


                                                      ***

Yo te amo, Blanca…


El torrente de recuerdos que le invadía con fuerza, de manera abrumadora, se detuvo, y Michael salió de su ensueño, estremeciéndose. Estaba en un estado de relajación extremo; apenas podía ver, oír, oler o sentir… Su mente estaba en paz. Miguel y Uriel tomaron sus manos, una cada uno, y los otros tres arcángeles colocaron sus manitas uno en su espalda herida, otro a la altura de su corazón y otro en su frente.
Blanca observaba la escena en silencio, con curiosidad y conmoción. A su lado, los angelitos que no participaban en la ceremonia sonreían y miraban la escena.

Michael comenzó a sentir la energía fluyendo por todo su cuerpo, provocándole hormigueos en las yemas de los dedos. Percibió que algo crecía en él, una nueva fuerza, y tuvo ganas de moverse y saltar… tuvo ganas de volar. Se removió, rebosante de energía, pero los arcángeles le sujetaron por los hombros, inmovilizándole suave y dulcemente. Algo avergonzado, intentó relajarse e ignorar los cosquilleos.
Y entonces, sintió que las heridas de su espalda se abrían, dolorosamente. El arpa-yinn soltó un gemido dolorido, y el niño que tenía las manos en su espalda le rozó con sus deditos las heridas, suavemente. Dejaron de dolerle inmediatamente. Notó su espalda algo más pesada… Y experimentó esa sensación tan amada que hacía tanto que no podía sentir y que pensó que no volvería jamás; tener seis extremidades y no cuatro, poder volar hasta las nubes, sentirse completo, más ágil, más ligero…
Libertad.
Todos los arcángeles se retiraron de su lado, y la luz blanca se extinguió. Michael se atrevió a abrir los ojos, confuso, y vio que Blanca le miraba asombrada, pero radiante. Todos los angelitos sonreían.
Se atrevió entonces a mirar para atrás, a su espalda… Y no pudo reprimir un grito de euforia el ver dos preciosas alas blancas, de plumas suaves, que le crecían de la espalda, donde estaban las suyas antiguas.
Riendo a carcajadas y llorando de felicidad, alzó el vuelo. Oh, qué maravilloso era. Había olvidado aquella sensación; ver todo desde arriba, sentir los rayos del sol más cerca, juguetear con las nubes, ir al lado de los pájaros, sentir el viento en su rostro, ser libre… Era perfecto. Perfecto.
Agitando sus alas a más no poder, llegó hasta las nubes más altas en cuestión de segundos, y las deshizo, riendo sin parar. Luego bajó en picado, como un rayo, plegando las alas, y dio vueltas alrededor del claro donde estaban Blanca y los ángeles. Luego se adentró en el bosque, dirigiéndose hacia donde estaba su familia, durmiendo en las copas de los árboles.
-¡¡Mamá!! ¡Mamá, mira!! ¡¡Puedo volar!!- gritó, revoloteando alrededor del pino donde su madre y su padre dormían. Ambos abrieron los ojos y se incorporaron, sobresaltados.- ¡¡Papá, tengo alas!! ¡¡Mira, papá!!- el joven estaba eufórico. Toda su familia se había despertado, y le observaba revolotear de aquí para allá, riendo.
Algunos de sus hermanos se le unieron por unos instantes, pero luego le dejaron disfrutar del vuelo solo. Michael iba de aquí para allá, riendo alegremente.
Pero de pronto su alegría se vio eclipsada. Dejando de sonreír, descendió rápidamente hacia el claro donde los ángeles y Blanca estaban, y le observaban maravillados. La joven sonreía ampliamente, pero Michael estaba angustiado.
-         ¿Y ella?- preguntó suavemente a los arcángeles, señalando a Blanca y jadeando.- ¿Qué pasará con Blanca? No puede quedarse sin alas cuando todos los demás volamos…
-         Claro que sí, Michael.- se apresuró a intervenir ella.- Toda mi vida he estado yendo a pie…
-         No, Blanca, no es lo mismo. Sé que si tengo alas nos distanciaremos, aunque sea involuntariamente… Ya no seremos iguales, no será lo mismo…
-         Si prefieres estar con Blanca, tu regalo puede ser retirado.- dijo la niña arcángel más pequeña, con una sonrisa adorable.- No pasa nada.
-         ¡Sí pasa!- exclamó Blanca.- Michael ha estado desde que le cortaron las alas queriendo volver a volar, deseándolo con toda su alma. Y ahora que tiene la oportunidad de ver su sueño cumplido…
-         Tú eres mi sueño cumplido.- interrumpió Michael, con una sonrisa.- Y si para que todo siga como ahora debo renunciar a mis alas… Lo haré.- dijo, con firmeza.- Estos instantes de gloria han sido suficientes.- afirmó, pero esta vez la duda ocupó su voz.

Blanca estaba horrorizada, Michael se mostraba serio y firme, pero a la vez rebosante de amor, y todos los angelitos sonreían. Uriel soltó entonces una breve carcajada.
-         Qué hermoso.- dijo.- Cada vez estoy más convencida de que merecéis una recompensa.- se volvió hacia Michael.- Michael, eres generoso y flexible.- y luego a Blanca.- Y tú, Blanca, no menos que Michael. Así que…- la niña se volvió hacia Miguel, y él asintió con la cabeza, aprobando algo.
-         Así que puedes quedarte con tus alas, arpa-yinn. Mientras que tú, Blanca… ¿Te gustaría tener unas también?- preguntó. El rostro de la joven se iluminó, y sonrió ampliamente, ilusionada.
-         Me encantaría.- confesó con una sonrisa. Michael se mostró sorprendido pero muy feliz.
-         Eso sería maravilloso.- murmuró, emocionado.

Entonces, los cinco arcángeles se acercaron a ella, creando un círculo a su alrededor. Comenzaron a entonar una suave y melodiosa canción que, cantada por sus voces infantiles, quedaba perfecta. Blanca cerró los ojos y se dejó hacer.
La chica sintió que Miguel le tomaba con delicadeza ambas manos, se acercaba aún más a ella y le susurraba al oído:
-         Imagínate a ti misma con unas alas, las que más te gusten. Imagínate volando por las nubes al lado de Michael.- su voz era como el viento. La joven le obedeció, y se imaginó con unas alas similares a las de Michael, volando de la mano de él entre las nubes de algodón. Retuvo esa imagen alentadora en su mente, mientras sentía las suaves manitas de los arcángeles niños retirando su camiseta y dejando su torso desnudo.
Todos los arcángeles soplaron en su espalda, a la altura de los omóplatos…
Y entonces Blanca lo sintió: su piel se abrió, sin ningún dolor, y dos enormes alas comenzaron a crecer en su espalda. La joven se había imaginado que pesarían bastante, pero no era así; sólo se sentían allí, pero eran livianas. La sensación de tener seis extremidades le resultó muy extraña, pero agradable; se sentía más fuerte, más segura. Era fantástico.
Los cinco niños se apartaron de ella, sonriendo, y Blanca abrió los ojos. Como había hecho Michael unos minutos antes, la joven, algo dudosa, miró hacia atrás… Unas alas blancas y enormes, de plumas suaves, crecían en su espalda, majestuosas.
Radiante, Blanca se volvió hacia Michael. El arpa-yinn lloraba de emoción y sonreía. Varios miembros de su familia se habían acercado, y contemplaban la escena, fascinados.
-Yo…-balbuceó la joven, dirigiéndose a los arcángeles.- Muchas gracias… Gracias, gracias, gracias…- todos, incluidos los angelitos que no habían participado, sonrieron.
- No hay de que.- respondieron todos a coro.- Disfrútalas.- y dicho esto, todos alzaron el vuelo. Gabriel se volvió y les dirigió una sonrisa a todos los arpa-yinn allí presentes. Luego, aquella cálida luz blanca que envolvió por completo el paisaje… y los ángeles y arcángeles desaparecieron, con su brisa y sus aromas, con sus cantos y su magia, tan rápido como habían llegado.

El silencio reinó durante varios instantes en el claro del bosque. Nadie sabía que decir ni qué hacer. Michael observaba maravillado las alas de Blanca, y ella estaba intentando asimilar lo que acababa de pasar. Eimmelt y Ahlia y los demás arpa-yinn contemplaban las alas de ambos, embelesados. Todos sonreían.
En otros tiempos, Blanca habría roto el silencio diciendo algo. Pero ahora había aprendido que en algunos casos las palabras sobraban y el silencio era hermoso.
Michael fue el primero en reaccionar; sin decir nada pero sonriendo, alzó el vuelo. Blanca no necesitó las palabras de él para saber que le estaba pidiendo que le acompañase.

La joven agitó sus alas. Era algo maravilloso, como andar; casi se movían solas, y volar era muy fácil. Se elevó rápidamente (más de lo que hubiera querido, siendo su primera vez) y sintió esa fantástica sensación de libertad, el cosquilleo en el estómago debido a la altura, el viento en su rostro…
Rió de euforia, y fue coreada por Michael, que le tendía la mano. Blanca se la dio; y juntos y completamente felices, ambos volaron hasta las nubes del horizonte, donde amanecía silenciosamente.

5 comentarios:

  1. No-me-lo-puedo-creer... este capítulo me ha dejado anonadada... ¡Michael ha recuperado sus alas, y Blanca ha ganado unas! Me he quedado con la boca abierta, y con ganas de saber más ¡jaja!

    Y me ha gustado mucho como has enfocado el tema de los arcángeles, ¡ha sido muy original!
    La espera ha merecido la pena, me ha encantado leerte una vez más.

    ¡Saludos!

    ResponderEliminar
  2. que hermoso capitulo!!!!
    magicamente hermoso *-*♥
    esq no se que decir
    solo que me ha encantado!
    estoy tan feliz x Michael y Blanca :D
    Espero con ansias el siguiente
    yo tambien estoy de vacaciones
    Al fin! despues de esos horrorosos examenes -.- xD
    Asi q me pasare seguido x aqui
    Saludos linda :)

    ResponderEliminar
  3. Oh vaya! Me has dejado con la boca abierta.

    Este capítulo fue tan hermoso que apenas puedo decir nada. La idea de los arcángeles fue de lo más original. Me alegra mucho que Michael haya recuperado sus alas después de todo lo que pasó...Y ahora Blanca lo acompañará en su alegría!

    Me ha encantado. Ha sido absolutamente perfecto. No puedo esperar a leer el siguiente.

    Un beso enorme, linda!

    ResponderEliminar
  4. Muchas gracias a las 3, chicas! :) Me alegro mucho de que os haya gustado, la verdad es que no estaba segura del resultado que iba a tener este capítulo! Preparaos para el final, creo que os encantara! Un beso a todas! :)

    ResponderEliminar
  5. Precioso capítulo, los dos con alas, no tengo palabras,

    ResponderEliminar